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Curiosidades

Después de morir su hijo, él escribió 10 reglas. Todo padre debería leerlas

La muerte de un hijo debe ser una de las pruebas más difíciles que deban atravesar un padre, una madre, una familia. Este acontecimiento que va en contra del orden normal de las cosas representa una conmoción que influirá durante mucho tiempo en la relación que uno tiene con uno mismo, con sus relaciones más cercanas e incluso con el mundo en el que vive. Nos revela de una manera extremadamente violenta que la vida es frágil y limitada.

Para Fabiana, las palabras del escritor Víctor Hugo reflejan exactamente lo que siente cuando piensa en la muerte de su hijo Francisco: “ya no estás donde estabas, pero estás siempre donde estoy.”

Francisco tenía 13 años. Murió jugando con una bufanda. “Fue terrible. Ni siquiera sabíamos que estaba jugando. Ya era de noche cuando mi marido lo encontró sin vida en su habitación. Los médicos no pudieron hacer nada. Estábamos totalmente desorientados, no podíamos creer que fuera cierto. Luego, entendimos que era verdad y nuestro mundo se hundió. A partir de ese momento cada mañana nos levantamos y recibimos un golpe inevitable al recordar que nuestro hijo se ha ido. En ese momento nos preguntamos cómo haremos para terminar el día.”

Como muchos padres que han perdido un hijo, Richard Pringle vivió el mismo sentimiento de pensar que nunca podría recuperarse de la muerte de su pequeño hijo Hughie de tan sólo tres años.

La pérdida de un hijo transforma a un padre para siempre explica el psicoanalista Christophe Fauré. Quiere en lo más profundo de su ser pero eso no quiere decir que no podrá recuperarse. Es posible, aun teniendo ésta herida dentro, lograr en algún momento volver a encontrar la felicidad en nuevos proyectos y eventualmente en otros niños.

Richard Pringle compartió en Facebook su dolor y trató de transformarlo en consejos y reflexiones con la esperanza de que ayuden a otros, porque la pérdida de su hijo lo hizo entender hasta qué punto es necesario disfrutar el tiempo que compartimos con ellos y en definitiva, con todo aquel que amamos.

1) Cada instante con tu hijo es invaluable. Sin importar el momento o las circunstancias, cada instante que pasas con tus hijos no tiene precio. Desde un juego en la plaza o una cena cualquiera de cualquier noche, cada minuto que compartes con ellos es único.

2) El beso de las buenas noches. Cuando te despidas de tus hijos cada noche no olvides abrazarlos y darles un beso con un tierno “hasta mañana”. Nunca sabes si el destino querrá que ese sea el último beso o el último abrazo.

3) Conserva recuerdos. No importa si es el mejor escenario, no importa si es en la playa, en el jardín o en cualquier otro lugar. Siempre guarda fotos y vídeos en donde plasmes momentos felices. No sabes si eso algún día pueda ser alguno de tus recuerdos más preciados.

4) ¡El tiempo no espera! No dejes para otro momento compartir cualquier actividad con tus hijos. Andar en bicicleta, ir al parque, acampar o armar un castillo de arena en la playa. Tal vez un día sea tarde para hacer todas estas cosas. ¡No pases tu vida trabajando!

5) Escribe sobre cualquier acontecimiento. Anota historias y anécdotas con tus hijos. Hechos importantes que te sirvan como recuerdos y que incluso les sirvan a ellos mismos como recuerdos. Las vivencias del pasado pueden volver al presente y recordarse mejor cuando las tenemos escritas.

6) Siempre hay más amor para dar. El amor de los padres es infinito y no hay nada mejor que demostrarlo precisamente por ser inmenso. Nunca dejes de decirles a tus hijos cuánto los amas.

7) El dinero no importa. No te fijes en cuánto dinero gastas, porque eso no es lo importante. Los recuerdos que quedan son los de sus caritas de alegría y asombro con un regalo recibido o un hermoso momento compartido.

8) Lo pequeño es lo más grande. Un hecho intrascendente como desayunar a la mañana o llevarlos al colegio, puede ser un recuerdo que se atesore para siempre. No dejes pasar la oportunidad de compartir una película o un juego.

9) Las canciones del recuerdo. Muchos de los recuerdos imborrables tienen que ver con la música. Cuando escuchamos esa canción que nuestro hijo cantaba, es de las cosas más importantes que atesoro. Una canción puede ser un recuerdo simple, pero siempre estará allí.

10) ¡Diviértete! Actúa en todo momento como si ese momento fuera único e irrepetible. Ríe con tu hijo, corre con él, juega. Si un día no estuviera, lamentarías no haberlo hecho. Pensar en su risa y en cuanto disfrutaba algo que hacían juntos es un consuelo enorme.

Richard aprendió de una manera cruda y terrible hasta qué punto debemos valorar los más mínimos detalles. Hacerles saber a nuestros hijos que los amamos y que siempre estaremos allí para ellos, no tiene precio.

¿Conoces la historia del nudo en la sábana? En una reunión de padres, la directora del colegio explicaba lo importante de pasar tiempo con los hijos, compartir actividades o ayudarlos en las tareas escolares.

Un padre pidió hablar y explicó que él trabajaba de sol a sol y que sinceramente por mucho que quisiera no tenía tiempo para participar de manera más activa en la vida de su hijo, pero que siempre quería que supiera cuánto lo amaba y cuánto se preocupaba por él y que una de las razones por las que tenía poco tiempo para verlo era porque debía trabajar muchas horas para darle lo que necesitaba.

Pero bien sabía que con explicarle esto a su hijo no era suficiente e incluso a él le resultaba angustiante no poder estar más tiempo, de modo que cada vez que llegaba en la noche después de un duro día de trabajo, pasaba por la habitación de su hijo que ya estaba dormido y le daba un beso y para que supiera que su padre había estado allí para verlo aunque sea al final del día, hacía un nudo en un extremo de la sábana para que por la mañana su hijo se despertara con la certeza de que su padre había estado a su lado.

A veces creemos que no podemos estar presentes porque tenemos compromisos y la vida agitada de hoy muchas veces nos obliga a atravesar situaciones difíciles, pero esta historia del nudo en la sábana nos muestra que de una manera u otra podemos hacernos presente y hacerles saber a otros con un gesto simple pero a la vez enorme, cuánto los queremos y cuánto los necesitamos.

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